sábado, febrero 14, 2009

A Fulanita de Tal

Viajo en letras sifilíticas
Hacia paisajes ciclópeos e inestables,
Árido como un vendedor de seguros.
Me desvivo por el recuerdo de un amor desolado
Que jamás sonó a violines;
Espero, como entumido, entre desechos de curtiembres
Algún latigazo de la suerte.
Si es cierto que vine al mundo para pegarme un tiro
¿Por qué todavía respiro?
Tengo un reloj que pierde las horas entre las once y las seis;
La respuesta: al caer la noche ya no soy yo mismo.
En ese momento entiendo que el tiempo
Es un invento, y la vida una sonfonía disonante.
Al caer la noche, ya no soy yo mismo,
Existo, casi exclusivamente para ese par de ojos negros
Que aun no he visto.

Muñeira de las Falsedades o Cuando Uno Nace Sin Superyo

Bajo la lluvia ácida,
Terremotos de falasias me expulsan
Como un bólido, atraído al epicentro
De tu locura.
Me zambullo en cada charco que encuentro
Y salpico borbotones de perfidias
Mientras sueño con tus besos incorrectos.
Entre una tormenta de indecisiones
Y claroscuros misóginos
Encuentro tus ojos.
-Lo he dejado- me mientes.
-No puedo creerte- miento, creyéndote.
El cuarto de hotel de siempre
Nos recibe con el cariño de un amigo
Que no hemos visto en meses.
Terremotos, borbotones, bólidos que,
Cuando tu locura se agota,
Vuelven a dejarme mudo
Bajo la lluvia ácida.

miércoles, febrero 11, 2009

De Frante Marchen, Zapatillas.

I
Va al diecisiete,
¡De frente marchen zapatillas!
Que resistan las costuras,
La muerte está ahí enfrente.
Redoble de tambores rojos,
El bosque oscuro muje ante sus ojos.
Atrás quedaron los altos días de gloria
Y pretendida gracia divina.
El bamboleo de las hojas lo hace temblar.
Enmudece del espanto;
El viento robó su compostura
Sólo por un momento.
Sigue adelante, camina recio
Con rumbo fijo a desgracia muda.

II
La amargura se cierne
Sobre aquel supuesto aventurero.
Pierde la templanza al caer la noche.
Arma un fuego con lo que encuentra,
Se serena. El cansancio asoma,
Se desmorona su atención sobre el fogón
Y se queda dormido.

III
En la cúspide de su sueño intranquilo,
El rujido del jaguar...
Desesperación no lo describe del todo,
El sustantivo nos queda corto.
La garra, siempre certera; el dolor punzante.
Los gemidos, los sufridos gritos,
Los alaridos calcinantes
Ceden ante la primer gota de sangre.
Se asfixia...
Otra vez el sueño, tranquilo ahora,
Le reprocha triste la firme marcha
De sus benditas zapatillas rotas.