viernes, noviembre 12, 2010

Me absorbieron la cordura un par de meses de amargura.
Las fronteras del cariño se borraron, asustadas,
Para dejar que lo invada todo el pesimismo.
Flirtreo como siempre con la idea del suicidio
Y me mutilo los sueños con ardor:
"Se acabaron los poemas de amor", sentencio.
Me veo a mí mismo desde lejos, pequeñito,
Justo ahí donde no hay consuelo,
Donde ruega el penitente ser un desamparado,
Porque al menos al desesperar se siente algo...

-¡No está perdido quien pena!

Escucho el repique de una voz en las tinieblas.
Todos los tambores de la selva húmeda
Se armonizan en un trueno de esperanza
Al descubrir mi propia voz, antes desierta,
Ahora envuelta en el ardor de la guerra diaria:
¡Hay que pagar las expensas, che!
¿Qué hago yo gimiendo cuando siempre he sido el que ladra?
Silencio a las campanas de la parca embarrándome las manos.
No me inclinaré cabizbajo todavía,
Aferrado como estoy a dos verdades:
No está perdido quien pena
Y no hay frontera que contenga
al cariño.